Se me antojaron unos camarones empanizados

Me encontré esto por la red, no recuerdo donde (si alguien sabe, dé el link) y no pude dejar de reír.

Y ya...

Anécdota del hospital: En mi última guardia llegó la mujer más gorda, la más gorda, la más gorda, no no no, gorda, muy gorda, no, no, gordísima, tenía una silla de ruedas especial, claro, por que no podía caminar de lo gorda que estaba, no, esperen, muy gordísima, estaba tan gorda que obviamente tuve ser yo la persona indicada para limpiar la úlcera en su talón, no, esperen, es que aun no lo supero, estaba tan gorda que alguien tuvo que traeme una silla para poner su pierna, por que ella sola no podía subirse a una cama, por que ella sola no podía mantener su pie en alto.

Y ahora me arrepiento, no era gorda, era una mujer gruesa, así no suena tan ofensiva, pero prosigo, la mujer era tan gruesa que su talón ulcerado y oloroso a hongos podía ser sostenido por mis dos manos, como quien toma el pan de una torta entre sus dos manos, pero a eso agréguenle la otra parte del pie que me faltaba.

La gruesa mujer tuvo que ser sacada del área en la que estaba por que obstruía el paso de las camillas y de la gente en general que intentaba pasar por el pasillo donde estaba estacionada.

Limpie y limpie y limpie un poco más hasta que comencé a sudar, hasta que comencé a jadear, hasta que terminé hincada en el piso casi tocando el suelo con mi cara por que a la gruesa mujer le era imposible subir un poco más su pie.

Pero saben una cosa, algún día dejaré de ser una simple e insignificante interna para poder mandar a alguien más a hacer el trabajo de limpiar pies.