En la cocina hay olor a gas

Puedo oler música y mirar olores

Tengo algo muy importante que confesarles:

Llevo casi 1 mes bien pastoza, bien goovie! ¿si me entienden? Pachequísima, viendo diamantes en el cielo! pues ya hace más de un mes regresé a clases, como ustedes sabrán vivo en Sonora, pero estudio en Baja California.

Antes de irme a Sonora se acabó el gas en mi casa, así que dejé un tanque nuevecito antes de irme, cerré todo tipo de llaves y dejé la casa lo menos gastadora posible, cerré ventanas y casi casi sellé las puertas, en fin, una casa herméticamente cerrada, a lo ziplock style y entonces me fui a vacacionar tranquilamente a Sonora.

Cuando regresé mi señora madre me trajo y me ayudó a reinstalarme, después de abrir las llaves y poner a funcionar la casa decidimos que teníamos que ir a comprar un poco de comida, oh! grave error fue el no haber abierto las ventanas de la casa. Cuando regresamos al abrir la puerta nos dio una patada de ninja volador el olor a gas que apenas alcanzamos a esquivar y nos provocó unas ganas de salir corriendo.

Al momento me incomodó un poco, hasta llegué a pensar que no podría vivir con eso y que era necesario darle una solución inmediata, pero abrimos las ventanas un rato y el olor disminuyó. Yo ya me sentía un poco relajada para ese momento y pensando en esta canción:



Al rato todo estaba como que medio colorido, podía ver y tocar la música, todo era alegre y hasta mi madre se veía de buen humor, se nos hacía de noche y decidimos que tendríamos que esperar un día mas, nada del otro mundo, me fui a mi cuarto y el olorcito especial ya no me molestó, mi madre también se acostumbró y al parecer se le olvidó el extraño amiguito alucinógeno que ahora nos acompañaba, luego se fue a su casa a Sonora y me dejó sola con la peste y sin pagar a alguien que arreglara la dichosa fuga del mal.

Los días pasaban, y me daba un poco de miedo comer algo que implicara el tener que encender la estufa, por que el gas ya me hacía alucinar cosas terroríficas y el hambre otro poco más; para ese entonces ya me era imposible llamar a un plomero, el olorcito se había vuelto parte de la de la casa y prefería comer atún todos los días a tener que encender la estufa y sufrir quemaduras de 3er grado (las cuales deben de saber son muy graves), perder parte de mi rostro, que mis dedos se pegaran chamuscados, mi cabello o lo que quedara de el apestara a rata muerta y lo que quedara de mi ropa pegada en la carne viva mientras gritaba de dolor lamentándome de no haber arreglado la fuga de gas que me tenía tan feliz. Además un día salí a al calle y creo que imaginé esto:

Y es que ahora resulta que las mujeres se embarazan con "S"
a caray! ¿pues es que hay otra forma?

Pero a un mes de seguir con ese escape en el tanque de gas, 3 visitas del plomero sin encontrar nada y muchos platillos preparados al calor de nuestra estufa, es hora de que no se arregla el problema que se ha vuelto solución y dador de felicidad.

Ahora escribo post bien psicodélicos en mi pizarrón y los leo todos los días, no me deja de sorprender que cosas me puede llegar a contar mi cocina a la vez que el piso me pide que deje de ponerle los pies encima y no por que le duela, si no por que tiene complejo de techo y está en eterna pelea con el susodicho.

Yo digo que mejor no arreglo la fuga, me la paso muy divertida.